El sermón de Gari este domingo
fue uno bueno. Dijo que Kepler había observado una gran estrella conformada de
Jupiter, Saturno y la constelación de Pisis. Esa gran unión de estrellas pudo
haber sido la estrella que en el año 6 antes de Cristo pudo haber guiado a los
reyes al pesebre de Jesús. Finalmente, Jupiter, es el astro rey, Saturno, el
planeta que representa a Palestina y la constelación de Pisis, la constelación
del mesías. Dijo después que no tenía nada de escandalizante el pensar que la
ciencia y la tradición coincidan. Gari dijo que Dios habla los lenguajes que
los hombres pueden entender, que aún hoy Dios nos habla en nuestros lenguajes,
por medio de las personas y la causalidad de los sucesos. Para escuchar lo que Dios
nos dice es necesario creer.
No
creo que Gari supiera lo esotérico de su sermón, sin embargo, a mi me pareció
muy adecuado y muy contundente. Justo mientras escuchaba las lecturas de misa
sentada atrás con mi perro pensaba en la pregunta que constantemente me hago: “¿Qué
quieres de mí?”. Y cómo me dijo mi madre cuando se lo comentaba en la tarde, yo
también pensé que la respuesta era obvia: “Quiero que seas feliz”. Y justo ese
es el problema, esa no es la respuesta que quiero, porque cuando pregunto “¿Qué
quieres de mí?” espero algo más específico. Y llevo esperando la respuesta de Dios
desde hace tiempo, con una sincera disposición a obedecer en cuanto la
respuesta se haga evidente, obedecer sin importar los costos ni las condiciones.
¡Qué conveniente para mí! Puedo no hacer nada por mis hermanos ni por nadie
mientras Dios no abra el cielo y me diga de un grito de qué forma quiere que yo
sirva y funcione. No, la pregunta, pensé entones, es: “¿Cómo le vamos a hacer? ¿Cómo
vamos a armar el plan de mi propio proyecto de felicidad para que encaje en tu
plan de la felicidad de muchos más? ¿Cómo puedo ubicarme en el mundo por mí y
por los demás? ¿Cuál es la mejor forma de armar este rompecabezas?” Es una
pregunta más complicada, pero es la pregunta correcta, la que corresponde. Lo
que estaba detrás de la pregunta ¿qué quieres de mí?, era le necesidad de
responder, “manda, que no importa lo que desees yo lo haré”. Esa parte ya está,
ahora es momento de ejecutar, o al menos planear cómo ejecutar mis promesas.
Dios
ha respondido mis preguntas, al menos la primera, pero queda ahora la segunda a
la que me confío a su inspiración. Tengo mucho miedo, me solté a no buscar yo
armar mi vida y mis seguridades, a no buscar cómo hacerme del dinero, de la
belleza, del poder y la fama necesarias para tener una vida satisfactoria, a no
buscar planear sola y mejor aventurarme a entrar al plan de Dios, donde nadie
sale victorioso completamente, donde por más que se barra el sufrimiento y el
sin sentido, siempre queda algo, no se puede vencer completamente. Tengo miedo,
parece que ya estoy pagando el costo, ¿cómo se mantiene a una familia siguiendo
a Cristo? ¿Qué explicaciones voy a dar a mi pareja cuando no tenga dinero para
mí, ni para ella ni para nadie? El costo puede ser demasiado alto y aún así no
renuncio a mi nueva resolución. Comparto que estoy en este discernimiento de
entender cómo colocar las piezas que Dios me dio, mis capacidades, mis
habilidades, mis deseos, mis sueños. No le encuentro aún la forma, cómo puedo
compartir lo que soy, cómo puedo servir con lo que soy. Mis talentos especiales
son escribir, meditar, el silencio, la contemplación, la disciplina y el
autoconocimiento, habilidades sociales tengo muy pocas, y menos deseos de
incrementarlas. Soy una amante devota, pero con una atención limitada a pocos,
a mis mejores amigos, a mi familia y sobre todo a mi pareja, no puedo construir
relaciones express, ni sentirme cómoda con personas que recién conozco, ni
siquiera sé hablar... ¿Cómo le vamos a hacer, señor? ¿Cómo trazar este plan?
Habla, con nuestros lenguajes, que estaré atenta. Me siento angustiada, entro
en los terrenos peligrosos del discernimiento con trampas de todo tipo que
pueden amenazar hasta lo ya ganado, la respuesta a la primera pregunta, el entendimiento
que lo que persigo primero es mi propia felicidad para no hacer de mí vida un
triste mártir. No quiero perder nada, pero debo comprender qué sacrificios son
posibles y cuáles impensables. Definitivamente pondré todas mis ganas en armar
mi vida, pero espero que tú también te hagas responsable, porque tu puedes ver
con amplitud y estoy segura harás un poco de trampa para que yo no tropiece y
pueda encontrar con velocidad cómo encajar este rompecabezas.